La Fisioterapia Neurológica está concebida para mejorar, y en algunos casos, devolver la movilidad normal a personas afectadas por un episodio de ictus.
Según la Sociedad Española de Neurología las secuelas que muestran los afectados tras sufrir un ictus es de un 45% hemiparesia, 15% afasia del habla, un 20% imposibilidad para caminar y un 55% precisará ayuda para andar. La Fisioterapia Neurológica está concebida para mejorar, y en algunos casos, devolver la movilidad normal a aquellas personas con trastornos sensitivo-motores derivados de un ictus, ayudándoles a que estos problemas no supongan la renuncia de su vida personal.
Será el fisioterapeuta, tras una valoración inicial, el que determinará cuales son las limitaciones susceptibles de tratamiento, para acto seguido, acordar los objetivos con el paciente y/o sus familiares. Posteriormente, aplicará una serie de técnicas cuyo fin será mejorar las capacidades físicas y las alteraciones que sufre el paciente para, de este modo, recuperar o aumentar la calidad y eficacia de sus movimientos y postura. Esto influye en la calidad de vida y el bienestar del paciente en el día a día. El fisioterapeuta puede trabajar la reeducación de la marcha y el equilibro, mejorando la estabilidad, el ritmo y la velocidad, disminuyendo así el riesgo de caídas. Asimismo, se consigue una mayor autonomía en los desplazamientos y cambios posturales, una reducción en la espasticidad y disminución del dolor. Además, comporta mayor funcionalidad de los miembros superiores.
Cómo detectarlo
Se puede detectar que una persona está sufriendo un ictus si presenta entumecimiento, debilidad o parálisis de una parte del cuerpo; si muestra dificultad para hablar o comprender, evidencia pérdida súbita de visión o ve borroso; si tiene vértigos, problemas de equilibrio o descoordinación de movimientos; si presenta dolor de cabeza muy intenso y repentino sin razón aparente y diferente al habitual, y si se observa alguna dificultad en la marcha.